Dr. José Carlos Fuertes Rocañin.Especialista en Psiquiatría. Académico Numerario de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal.

La depresión no “solo” es estar triste, al menos no es el síntoma más destacado, y cada año tenemos que repetir el mismo mensaje. A pesar de lo frecuente que es esta enfermedad, la confusión es la norma y muchas personas consideran la tristeza el signo inequívoco de estar deprimido.

La depresión es una enfermedad mucho más compleja, y también con un espectro sintomático más variado. El paciente con depresión esta desanimado, cansado, desilusionado. Sufre también dificultades para concentrarse, para atender para seguir una conversación o para leer un artículo. El enfermo deprimido tiene a veces dolores inexplicables desde la óptica médica, dolores que fluctúan y cambian, llevando a la desesperación de unos y a la suspicacia de otros.

Estar deprimido es, en suma, sufrir una dolencia, compleja, incomprendida, a veces crónica, y llena de soledad, porque ese sería quizá el mayor dolor que sufre el enfermo deprimido: la soledad.

Una de las frases más repetidas en mi consulta es: “Doctor no sé lo que me pasa, no tengo motivos, pero estoy muy triste, muy cansado, sin ilusión por nada, todo me da igual”. Unas veces se la repite machaconamente el propio enfermo así mismo; otras, las mas, es la familia, amigos o conocidos quienes también, de forma torpe e insistente, le corean el mensaje: “No tienes ningún problema, ni te falta de nada y estas fatal, ¿por qué te pones así?”. Luego añaden en tono benevolente y comprensivo: “lo que tienes que hacer es salir a pasear, tomarte un cafecito, hacer deporte, ir al cine, coger unas vacaciones, hacer un viaje…”, en fin, toda una retahíla de consejos, tan bien intencionados como ineficaces.

Hoy los médicos sabemos a ciencia cierta que no solo es inútil sino también contraproducente hablarle al enfermo de depresión de esta forma. El paciente no puede mejorar su ánimo con la voluntad, ni es capaz de solucionar con sus propios recursos una situación que le agobia, inquieta y anula. Estar enfermizamente triste, no tiene nada que ver con estar justificadamente triste.

La tristeza patológica (sin razón ni causa aparente) es una enfermedad en la que, por el momento, no se ha visto relacionada con ninguna lesión capaz de producirla. Lo que sí parece existir son una serie de alteraciones neuro-bioquímicas del cerebro, en concreto en ciertos neurotransmisores, niveles hormonales y, a su vez, en los biorritmos, que son los responsables del malestar y de la incapacidad que tiene el enfermo para llevar una vida razonablemente sana y normal.

Convivir con una persona, muchas veces joven, con apariencia de salud, en la plenitud de su vida profesional y personal, económicamente bien situada y además con seres a su alrededor que se preocupan por ella, y que a pesar de todo esto sea incapaz de ser feliz y de tener paz y sosiego es incomprensible, cuando no desesperante.

Al enfermo de depresión nada la interesa, nada le importa, todo le da igual. Desde primera hora del día le invade una enorme y pesada carga. Las horas pasan lentamente.

Intenta disimular, engañar y engañarse, repetirse una y mil veces que no le pasa nada, que la han visto varios médicos y que todos coinciden: todo normal, son solo los nervios. Pero el enfermo no puede más, está profunda e enigmáticamente triste, vacío, ha perdido “la chispa de la vida”, la capacidad para ser feliz, para planificar y organizar su existencia.

Con frecuencia el enfermo deprimido está irritable, duerme mal, come menos y su impulso  y deseo sexual ha desparecido. Su mundo se hunde y no puede hacer nada para evitarlo. Es una locura, un absurdo piensa el enfermo: Pero si todo está bien, porque yo me siento tan mal”, se dice, se repite y, también le dicen y le repiten familiares, amigos e incluso hasta algún inexperto medico u otro profesional sanitario. Y claro, ¡¡no entiende nada!! Estamos todavía ante un enigma que poco a poco se va esclareciendo, pero del que aún nos quedan varios aspectos que descubrir y conocer en profundidad.

La enfermedad llamada depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Son personas que se sienten agobiadas sin motivo aparente que lo explique. Perciben como su vida se les escapa de sus manos como si fuera mantequilla recién calentada al horno. Están incomprensiblemente tristes y decaídos.

Cualquier de nosotros puede tener lo que se conoce como: “depre”. Es decir, si tenemos un problema, un accidente, una desgracia, todos respondemos normalmente con tristeza, a veces con angustia y siempre con preocupación, es lo normal, lo esperable, eso es estar “depre” como se dice ahora.

Pero la depresión es diferente ya que se trata de una tristeza que no obedece a ninguna causa, que no se puede explicar, que es independiente de acontecimientos vitales, o que, si existen estos, son nimios comparados con la respuesta emocional que llegan producir. En síntesis, la depresión es una enfermedad mental grave; la depre una reacción normal. La depresión necesita inexcusablemente un tratamiento médico y farmacológico; la depre probablemente con apoyo, afecto y solidaridad puede tratarse e incluso curarse.

A fecha de hoy la enfermedad depresiva tiene tratamiento y es posible no solo poner alivio, sino incluso curación. Disponemos de excelentes medicamentos, que con mínimos efectos secundarios, pueden mejorar la situación tan “injustificadamente” dolorosa.

Hasta hace no muchos años (década de los 50 del siglo pasado) estos enfermos estaban obligados a sufrir en silencio su malestar, y muchos de ellos llegaban a acabar con su propia vida a través del suicidio, el acto más antinatural que existe.

Hoy en cambio el panorama ha sufrido una profunda transformación y se abre una puerta real y definitiva a la esperanza. Habrá que esperar un poco, tener paciencia, sufrir durante unos días, pero al final del túnel se verá la luz.

¡Pero cuidado no se engañen!, la depresión no se cura con palabras agradables y amistosas, ni tampoco haciendo deporte, ni saliendo a pasear, ni tomando café con los amigos. ¡Ojalá fuera tan sencillo su abordaje! La depresión necesita siempre medicamentos porque se trata de una enfermedad en la que hay una serie de transformaciones químicas, hormonales y metabólicas. Por ello no es suficiente solo con los mensajes positivos, con la terapia de la palabra, que, aun siendo importante, precisa siempre de una intervención farmacológica inevitable.

Por lo tanto, no se dejen engañar por la charlatanería facilona de algunos pseudo-expertos. Es preciso y con urgencia en el caso de la depresión, aplicar un remedio químico para un problema químico. Solo así podremos ayudar al ser sufriente y dolido.

Hay que tomar fármacos y además hacerlo de forma muy precisa y durante mucho tiempo, en ningún caso menos del año (Tablas 1,2 y 3). Habrá que pasear y hacer ejercicio todos los días, llevar una dieta sana, dormir unas ocho horas, hablar de lo que el enfermo sufre y siente. Pero todo ello asociado a un plan terapéutico específico e individualizado. Si no lo hacemos así, la depresiónpuede acabar con el sujeto y llevarle por las oscuras sendas del suicidio o de la repetición de episodios depresivos que cada vez durarán más y le producirán un deterioro crónico y una gran infelicidad.

Por último, solo dos palabras sobre las llamadas terapias biológicas entre las que destaca el TEC (Electroshock). Este tipo de tratamiento muy denostado por ciertos sectores, sigue teniendo su indicación en dos casos: Depresiones resistentes con elevado riesgo de suicidio y también cuando por el estado general del paciente no se le puede dar antidepresivos convencionales.

Su eficacia está ampliamente demostrada y su riesgo es bajo, dejando solo como efectos secundarios, problemas de memoria referidos al episodio de su aplicación que hoy se hace ingresado con anestesia general.

ANTIDEPRESIVOS CLÁSICOS (TRICÍCLICOS Y DE 2ª GENERACIÓN). 

Tabla 1

  • Son los más antiguos (empiezan a utilizarse en la década de los años 50).
  • Son muy eficaces, pero actúan de forma no selectiva.
  • Abundantes efectos secundarios molestos, no peligrosos.
  • Imipramina (@Tofranil), Clomipramina (@Anafranil), Amitriptilina
  • (@Tryptizol), Maprotilina (@Ludiomil), Mianserina (@Lantanón).
  • IMAOs (Fenelzina, Trancilpromina) son también antidepresivos clásicos cuyo uso ha quedado muy restringido debido esencialmente a sus interacciones tanto con otros antidepresivos como con ciertos alimentos.

ANTIDEPRESIVOS ACTUALES

Tabla 2

INHIBIDORES SELECTIVOS DE LA RECAPTACIÓN DE SEROTONINA (I.S.R.S.)

  • Aparecen a finales de los ochenta, son muy selectivos por lo que tienen menos efectos secundarios.
  • Alta eficacia. Los efectos secundarios son de tipo digestivo y sexual.
  • Fluoxetina (@Prozac), Paroxetina (@Seroxat), Sertralina (@Besitran), Citalopram (@Seropram), Escitalopram (@Cipralex), Fluvoxamina (@Dumirox)

OTROS ANTIDEPRESIVOS (IRNS, ISRN y Nasa)

  • Venlafaxina (@Vandral), Mirtazapina (@Rexer), Reboxitina (@Norebox), Duloxetina (@Cymbalta), Agomelatina (@Valdoxan), Desvelafanxina (@Pristiq),  Vortioxetina (@Brintellix)

REGULADORES/ESTABILIZADORES DEL ÁNIMO

Tabla3

  • Se utilizan para las fases maníacas del Trastorno Bipolar y también como potenciadores de los antidepresivos.
  • Su misión es evitar las oscilaciones del ánimo.
  • El más conocido es el Litio (@Plenur), esta sustancia muy eficaz, requiere controles sanguíneos periódicos (litemia debe estar entre 0,6 y 1,2 mEq/l).
  • También se han utilizado como sustitutivos del litio: la Carbamacepina (Tegretol, Trileptal), Lamotrigina (Lamictal) y el Acido Valproico (Depakine)

——————————————————————————————————–

Bibliografía recomendada para ampliar información.

Fuertes Rocañin, J.C. :“Ponga un psiquiatra en su vida”. Ed. Desclee de Brouwer, 2017. https://amzn.to/2VC3M4B

Fuertes Rocañin, J.C.:  “Aprenda a Estresarse”. Editorial Díaz de Santos. 2017. https://bit.ly/2TjrfFE

Pagina web José Carlos Fuertes Rocañin: www.josecarlosfuertes.com/psiquiatria-clinica/