Me levanto muchas veces con miedo a escucharme, miedo a que alguien me diga no puedes seguir hacia adelante, no has cumplido el sueño que me prometiste.

Hablamos mucho de ese niño que nos habita, como si él fuera el responsable de la vida que nosotros hemos decidido, ese niño que no enseñamos a vivir porque nuestros prejuicios y miedos de alguien, hicieron que ese niño dejara de crecer y se quedara en un rincón de la habitación pensando que no tiene amigos para jugar.

La vida se convierte en un juego muchas veces de vencedores y perdedores, es lo que nos ha llevado esta sociedad de competitividad, personas de inteligencia desatendida que se subscriben a los blogs de las maliciosas personas esperando que les llegue la noticia del día para poder tener algo de vida. La vida parece que cada vez la simplificamos más. ¿y entonces cuanto valgo yo como persona?

Cuanto tiempo dedicamos a escuchar cosas que alimentan el ego de los demás y no alimenta la parte de nuestra esencia, conversaciones que no aportan nada a mi mundo de su mundo de gente vacía.

El ser humano es un constructo de emociones y sentimientos sería como el transductor hacía la personalidad, y con ello el modelo de persona y su tipo de conducta, así que resumimos rápidamente que el ser humano es ser emocional que razona, así que la razón nace después de la emoción,

¿Qué ocurre cuando una persona crítica fervientemente a otra persona?

Pues ocurre algo tan simple y complicado a la vez que tenemos una emoción algo disparada, una emoción que nos resuena, que no es nuevo para nosotros y necesitamos ser escuchados y estar presentes en la vida de las personas, aunque sea desde la rabia o la envidia. Podría ser perfectamente por sentirse importante, simplemente porque se siente escuchado, y quizás esa sensación no la tuvo de pequeño al ser una persona no suficientemente querida, tener un entorno que te haya invalidado o simplemente ignorado y tener la necesidad de sobresalir a través de diferentes comportamientos o acciones. Esta es una de las grandes trampas del Ego, el Ego no es malo si no te distorsiona, una de las frases que digo en cada una de mis conferencias es: aprende a observar a tu entorno como si miraras por primera vez el mar.

Aprende a observar a tu entorno como si miraras por primera vez el mar.

Aprender a detenerse y observar, sin emitir juicios, simplemente mirar y sentir, parece fácil, pero en el fondo es una tarea algo difícil cuando nos pasamos la vida emitiendo juicios de valor de todo y lo más desolador es, ¿cuánto se de todo lo que ocurre en mi entorno y que poco se de lo que ocurre en mí? y porque me comporto tan vilmente sacando mi rabia, mi ira, mi envidia.

¿Qué me ha pasado para ser así?

Por qué, si yo también necesitaba cuidados, no me enseñaron que el punto de partida es como me veo yo, que tenía que dedicarme tiempo a mirarme y observarme, aceptando quién soy y transformar lo que sea bueno para mi sin enjuiciarme. En el momento que ponemos la razón en la emoción, debemos sopesar que no sea el Ego que esté haciendo de las suyas, y no convirtamos en deseo de mí mismo deseo y se me active la parte narcisista.

El Ego no es malo cuando hasta que provoca sufrimiento, (tiene un combustible inagotable) da sentido a nuestra esencia, alimenta las experiencias, y acaba dando sentido a una parte de nuestra vida.

El dolor del Ego provoca estados complicados relacionales y conductuales en el entorno

El dolor del Ego provoca estados complicados relacionales y conductuales en el entorno, provoca ansiedad en sí mismo y en los demás, acelera el estrés, ensordece la escucha activa, llena de hipocresía las relaciones y su debilidad como persona revierte en un estado manipulador, ya sea tergiversando y discutiendo para ser vencedor de su propia batalla interna.

tus coonta, por tu forma de relacionarte, por cómo te recuerdas. Seguro que estás hecho un lío y no te has parado a pensar quien realmente eres.

Haz una prueba y respira lentamente cada mañana pensando en lo que te va a aportar el día de hoy, y piensa si estas despierto o tienes que despertar en esta nueva etapa de tu vida.

José Manuel Morales Fernández
Trabajador Social, Especializado en Psicoterapia de Trauma
Postgraduado en Bioingeniería e Ingeniería Clínica por la UPC