El 13 de febrero de 1917 era arrestada en un hotel en Paris, Margaretha Geertruida Zelle. Conocida por todos como Mata Hari.

Sin pruebas fehacientes que acabaran de sacar un veredicto final claro
y conciso sobre su acusación, un pelotón de fusilamiento acababa con su vida en octubre del mismo año.

Ante esta historia que nunca ha acabado de conocerse del todo, puesto que tanto el gobierno británico como el francés continúan manteniendo el veto al acceso de documentación. Los medios de comunicación, especialistas académicos, novelistas y las compañías cinematográficas. Todos y
cada uno de ellos contribuyeron a mitificar la vida de esta mujer. Ofreciendo la posibilidad de suponer, especular y fantasear con la “espía más famosa de todos los tiempos”.


En la misma estela irían Sarah Aaronsohn, Dorothy Lawrence, María Bochkariova. Ejemplos de mujeres cuyo papel nunca fue fácil debido a las condiciones a les que estuvieron sometidas durante la Primera Guerra Mundial. Se abría la posibilidad de cambiar los roles de familia implantados en la sociedad. Así pues, la mujer ocupaba un puesto de trabajo, rompiendo así con el rol de madre que por su supuesta naturaleza debía cuidar de los hijos y del hogar.


El problema demográfico que había supuesto la guerra llevó a los estados a confeccionar nuevas políticas para promover el aumento de la natalidad. En consecuencia, se adoptó un nuevo estereotipo de feminidad conocido como la madre de la nación: se aceptaba la nueva realidad social, esto es, la inclusión de las mujeres en el trabajo a la par que los hombres, pero acababa con la independencia femenina conseguida durante la guerra.


En primer lugar, Mata Hari se convirtió en un personaje admirado. Un símbolo del mundo oriental, algo exótico, salvaje y desconocido que atraía a muchas personas. El problema con todo ello es que nos olvidamos de sus verdaderas raíces. Margaretha había nacido en los Países Bajos.

En segundo lugar, se añadió a su mito el modelo de “mala mujer”. Aquella que traicionaba sin piedad, una mujer fría y calculadora. Una imagen asociada, en muchos casos, a lo que conocemos como bruja.
No se deja de dar vueltas a una única cosa: todo obedece a una construcción social. Motivado por un lado por la figura misteriosa de Mata Hari y, por otro, nuestro completo desconocimiento que nos lleva a aceptar esta imagen creada artificialmente.

A veces el mito llega a deshumanizar el personaje.

Albert Sánchez. Historiador y Crítico de cine