Prof. Dr. José Carlos Fuertes Rocañín. Presidente de la Sociedad Aragonesa de Psiquiatría Legal y Ciencias Forenses. Médico Psiquiatra.

El Chemsex, también conocido como sexdopaje, es una práctica sexual relativamente reciente en la que se produce un uso intencionado y voluntario de sustancias psicoactivas para “favorecer” las relaciones sexuales, normalmente entre hombres homosexuales, aunque no de forma exclusiva.

Las drogas más habitualmente utilizadas en esta, en mi opinión personal, muy arriesgada forma de conducta sexual, son: la mefedrona (conocida en el argot como mefe), la metanfetamina (en el argot también llamada tina) y una droga desinhibidora llamada GHB (gamma-hidroxibutirato). No obstante es frecuente observar un policonsumo como norma, asociándose otras ampliamente conocidas como la cocaína, la ketamina, (anestésico), el éxtasis (MDMA), el alcohol, e incluso, ciertos fármacos indicados para la disfunción eréctil como el sildenafilo, cuya denominación comercial es la de Viagra.

Entre los practicantes de Chemsex los hay quienes buscan una emoción mas intensa  y  rápida  y  recurren  para  ello  al  llamado:  “slam/slaming”. Esto es, inyectarse por vía intravenosa la mefedrona para que el efecto sea más fulminante. El resultado suele ser un intercambio de jeringas que facilita la propagación de infecciones de todo tipo.

La mefedrona, una de las sustancias mas utilizadas en el Chemsex, se puede comprar en el mercado negro o por internet con bastante facilidad. Su precio aproximado se sitúa alrededor de los 100 euros por cada 10 gramos de sustancia, y con esa cantidad es posible la realización de un numero elevado de practicas sexuales mediatizadas por la sustancia.

Como hemos visto la mayoría de los psicótropos que se utilizan en el Chemsex son estimulantes que originan sobre todo desinhibición sexual, aumento de la excitación y mayor duración de la relación, que puede prolongarse horas, con la sobrecarga que se va a producir para el organismo.

El Chemsex se ha popularizado sobre todo en España y Gran Bretaña, y a pesar de facilitar prácticas sexuales de riesgo, su uso se ha disparado en gran medida por que el propio consumo de estas sustancias hace que se pierda la percepción del peligro y por tanto se abandonen las medidas preventivas (no se usa el preservativo) y se realicen practicas simultaneas con diferentes personas.

En definitiva, en el Chemsex de lo que se trata es de incluir en las relaciones sexuales elementos químicos que actúen como “desinhibidor” y facilitar que las “relaciones sexuales” se prolonguen en el tiempo, algo que no sólo puede dañar a los consumidores por los efectos directos de las drogas sobre el cerebro, sino también porque aumenta la posibilidad de contraer infecciones diversas y por los estados de sobreexcitación cardiaca. En este sentido el “cristal” y la “mefedrona” incrementan la frecuencia cardio-respiratoria, producen insomnio, anorexia, inquietud psicomotora e hipertimia. El GHB es un potente desinhibidor y analgésico provocando de forma indirecta que el consumidor mantenga un estado de sobresfuerzo excesivo.

Los cambios en la relación sexual que se producen no son solo somáticos, sino también psicológicos. Los consumidores refieren que las utilizan para mejorar la falta de confianza, de autoestima, incluso para disminuir la posible homofobia internalizada y el estigma por tener contagios de SIDA.

En los pocos estudios existentes se constata como los consumidores de estas drogas relatan satisfacción con su vida sexual. Los datos registrados en el Reino Unido muestran que las personas que llevan a cabo “Chemsex” dicen tener mejores relaciones sexuales, al reducir las inhibiciones, provocar una excitación sostenida en el tiempo e incrementar el placer al inducir un sentimiento de entendimiento inmediato con las parejas sexuales.

La mefedrona y el cristal crean una dependencia psíquica muy intensa, y el GHB produce intensos síndromes de abstinencia. Por lo que respecta a los efectos secundarios, además de esta demostrada capacidad adictiva, pueden dar lugar a alteraciones metabólicas severas al provocar periodos de insomnio de mas de 72 horas, sobreexcitación general con repercusión cardiaca, alteraciones hidroelectrolíticas y cambios metabólicos. Recordemos que los propios usuarios del Chemsex manifiestan que la media de contactos es de cinco parejas por sesión, y que el sexo sin protección es la norma.

Las consecuencias no se dejan notar únicamente en la salud mental o física, sino también en la calidad de las relaciones, ya que se convierten en relaciones compulsivas, automatizadas y ausentes de afectividad.

El temor de los responsables sanitarios es evidente ya que existe un repunte del contagio del virus del sida; especialmente entre los jóvenes de la comunidad homosexual, que si bien no es exclusivo de este colectivo, sí es de los mas afectados.

Otro elemento importante a considerar que influye en el aumento y desarrollo del Chemsex es la aparición de ciertas redes sociales y aplicaciones de citas, que propician contactos rápidos, anónimos y en los que la práctica sexual es prioritaria a cualquier otro elemento.

Por ultimo en el despegue de la practica también ha influido la creencia general de que el SIDA está controlado y que aunque los tratamientos no lo curan por completo, los antirretrovirales son tan eficaces que permiten que se pueda vivir con la enfermedad y tener una calidad de vida y supervivencia equiparable a la de la población general.

El tratamiento de los usuarios de Chemsex precisa de la instauración de circuitos asistenciales interdisciplinares que incluyan a especialistas en enfermedades de transmisión sexual, psicólogos, psiquiatras, infectólogos, médicos de conductas adicciones, sexólogos y trabajadores sociales, entre otros.

Por otra parte, es prioritaria la formación del personal sanitario en este campo, “especialmente psiquiatras, médicos internistas, médicos de adicciones y médicos de urgencias a través del desarrollo de programas específicos.