Dr. Jose Carlos Fuertes Rocañin. 

Doctor en medicina y experto en psiquiatría. Zaragoza.

 

La fibromialgia es una enfermedad cuyo origen a fecha de hoy no está bien establecido, y en la que al parecer se implican factores causales muy diversos que van desde lo genético, inmunológico, neuroendocrino hasta elementos de tipo ambiental como las dietas o los niveles de estrés.

Lo que sí sabemos con certidumbre es que la fibromialgia es una dolencia que afecta en España al 2,4 % de la población, siendo 10 veces más frecuente en mujeres que en hombres. En nuestras consultas los psiquiatras la vemos con frecuencia, ya que hasta hace no muchos años la fibromialgia era calificada como una enfermedad psiquiátrica (un subtipo de depresión) en la que existía como elemento diferenciador las llamadas “somatizaciones” (dolor muscular y cansancio extremo, sin causa explicable).

En la actualidad la fibromialgia se la considera como una enfermedad esencialmente reumatológica en la que influye de forma importante y directa el estrés, entendiendo como tal las situaciones vitales amenazantes para la estabilidad psíquica o física del sujeto.

Es una evidencia que la mujer que sufre fibromialgia está impedida para realizar una vida normalizada y no sólo por los síntomas de la enfermedad, sino también muchas veces por una cierta incomprensión social existente. La enferma de fibromialgia tiene dolor musculoesquelético, hipersensibilidad dolorosa, intenso cansancio y, todo ello, sin ninguna causa objetivable.

Estamos por tanto ante unos dolores muy intensos, pero sin poder decir cuál es la causa que los origina. Esta situación se lleva muy mal, no solo por la paciente, sino también por su entorno que, en muchos casos, cuando el tiempo pasa y los tratamientos no dan el resultado deseado, empiezan a dudar incluso de la existencia de la propia enfermedad.

La fibromialgia requiere un tratamiento complejo y variado donde se entremezclan analgésicos (incluyendo derivados opiáceos), antinflamatorios no esteroideos, antiepilépticos, antidepresivos (de diversos tipos), ansiolíticos, hipnóticos, relajantes musculares y hasta terapias hormonales (estrógenos en parche).También son necesarias por supuesto terapias no farmacológicas como el uso de dietas sin gluten, suplementos dietéticos de magnesio o terapia ocupacional.

El resultado terapéutico lamentablemente no siempre es óptimo, existiendo frecuentes recurrencias y agudizaciones, a pesar del cumplimiento correcto del tratamiento. Esto desespera a la enferma y a su entorno, lo que complica todavía más la evolución de la enfermedad.