Autores: Marta Mercedes González Eizaguirre2 (foto), Magdalena Linge Martín1, Carmen Oquendo Marmaneu1,

  1. MIR GERIATRÍA HOSPITAL SAN JOSÉ, TERUEL
  2. FEA Geriatría Hospital San José, Teruel.

Es una realidad, la soledad va en aumento. La última encuesta de hogares realizada en España muestra que el número de personas que viven solas se ha incrementado, estimándose en un porcentaje de 25,4% de la población (4.687.400 millones de personas); de ellos el 41,8% tienen 65 años o más y son en su mayoría mujeres (71,9%) (1).

La  tendencia a vivir en soledad aumenta exponencialmente  con la edad y parece asociarse con el estado civil. Según evolucione éste, devendrá el aislamiento. Esta tipología es sobre todo masculina en edades adultas y femenina en la vejez, hecho que puede tener su explicación por la mayor mortalidad de los varones, razón  de la mayor viudez histórica entre las mujeres.

Lo cierto es que la soledad se está incrementando y es preciso profundizar en el estudio de qué parte de esta circunstancia vital es voluntaria y cual es no pretendida, por su influencia en distintas áreas de bienestar; no se puede dar por sentado que vivir solo implique necesariamente albergar ese sentimiento.

La soledad es un concepto complejo que se puede abordar desde diferentes perspectivas: como respuesta psicológica negativa a la discrepancia entre las relaciones sociales que uno desea y las relaciones que uno tiene en realidad; o  bien como una percepción individual de falta de calidad en las relaciones sociales (3).

En la medida en que los datos describen la importancia que está adquiriendo la soledad, no podemos obviar su repercusión en el estado de salud de las personas y no hay que abordarlo solo desde la perspectiva de las consecuencias anímicas y afectivas. Son  diversos los estudios que han demostrado su contribución a  acrecentar la incidencia de enfermedades específicas como la depresión (4), deterioro cognitivo, la progresión de la enfermedad de Alzheimer (5), obesidad (6), accidente cerebrovascular e hipertensión (7). Hay que tener presente que en muchos de los casos de fallecimiento en soledad en propio domicilio y localizados días después de haber muerto, su estado de salud, en principio,  no revestía gravedad, no necesitaban ayuda asistencial ni tenían necesidades de dependencia.

Hasta ahora, la exclusión social, la pobreza y la falta de recursos de apoyo eran factores  estrechamente vinculados con la soledad, lo que implicaba  una vulnerabilidad social asociada con una mayor prevalencia de fragilidad y niveles más altos de mortalidad (8-12). Pero el repunte de las muertes en soledad evidencia que es la suma de una serie de condicionantes como el envejecimiento demográfico, la escasa adaptación que padecen algunas personas de la tercera edad, la soledad motivada por los cambios sociales y el desplazamiento de los mayores de la unidad familiar por parte  de la sociedad actual.

Todo ello nos obliga a desarrollar intervenciones que posibiliten  afrontar la soledad no deseada en personas mayores. Existen distintas herramientas para ello, como el voluntariado, los programas de concienciación y acompañamiento de personas mayores, la teleasistencia, los servicios de comida a domicilio y otros más que se dispensan desde los servicios sociales de las distintas administraciones públicas y desde las ONGs pero que requieren de una coordinación  desde una estrategia conjunta a fin de llegar al mayor número de personas de este colectivo, que en ocasiones ya sea por falta de previsión de recursos presupuestarios o porque no son visibles por no dar a conocer su situación, se encuentran en altos niveles de riesgo En algunos  entornos residenciales se promueven intervenciones basadas en terapias con animales, contactos con familiares a través de videoconferencia, talleres de jardinería, terapias de reminiscencia, terapias de humor, intervenciones cognitivas y programas de ejercicio físico y los resultados que arrojan, está demostrando que los programas de intervención son efectivos para reducir el sentimiento de soledad. En este ámbito parece que lo más interesante en promover actividades grupales donde los participantes puedan interactuar y formar lazos de unión (13-15).

Es indispensable contar con un plan específico  y global impulsado por los Poderes públicos; en el Reino Unido se ha creado una Secretaría de Estado de la Soledad  y en España, el Imserso anunció a principios de año que se está desarrollando una estrategia nacional para abordar el problema de la soledad del anciano que ya alcanzado categoría de colectivo. Es algo que debemos como individuos y como sociedad avanzada a nuestros mayores, condición que todos tendremos algún día.

Bibliografía:

(1) Abellán García A, Ayala García A, Pujol Rodríguez R, et al. Departamento

de Población, CSIC. Encuesta continuada de hogares 2017, INE.

(2) Fernández Morales I, Abellán García A, Ayala García A. Departamento de

Población, CSIC.

(3) Yanguas J, Pinazo-Henandis S, Tarazona-Santabalbina, FJ. The complexity of loneliness. Acta Biomed 2018; Vol. 89, N. 2: 302-314.

(4) Cacioppo JT, Hughes ME, Waite LJ, Hawkley LC, Thisted RA Loneliness as a specific risk factor for depressive symptoms: cross-sectional and longitudinal analyses. Psychology & Aging 2006; 21 (1): 140-151.

(5) Wilson RS, Krueger KR, Arnold SE, Schneider JA, Kelly JF, Bennett DA. Loneliness and risk of Alzheimer disease. Archives of General Psychiatry 2007; 64: 234–240.

(6) Lauder W, Mummery K, Jones M, Caperchione C. A comparison of health behaviours in lonely and non-lonely populations. Psychol Health Med 2006; 11: 233-245.

(7) Cacioppo S, Capitanio JP, Cacioppo JT. Toward a neurology of loneliness. Psychol Bull 2014 Nov; 140(6): 1464-1504.

(8) Kee YY, Rippingale C The prevalence and characteristic of patients with ‘acopia’. Age & Ageing 2009; 38: 103-105.

(9). Andrew M, Mitnitski A, Kirkland SA, Rockwood K The impact of social vulnerability on the survival of the fittest older adults. Age & Ageing 2012; 41: 161-165.

(10) Wallace L, Theou O, Pena F, Rockwood K, Andrew MK Social vulnerability as a predictor of mortality and disability: cross-country differences in the Survey of Health, Aging, and Retirement in Europe (SHARE). Aging ClinExp Res DOI: 10.1007/s40520- 014-0271-6.