Susana Ustrell Juan, Psicóloga General Sanitaria. Especialidad Psicología Infantil y Adolescente
Las peleas entre hermanos son uno de los principales problemas familiares y, aunque las peleas son inevitables, no tienen porqué acabar en guerras.
El origen de las tensiones y dificultades que aparecen en el día a día, se explica por el tipo de vínculo establecido con los cuidadores primarios, combinado con el propio desarrollo de la personalidad, así como, de las habilidades de que dispone el niño para gestionar su malestar emocional.
¿Qué podemos hacer? Los padres pueden ayudar a sus hijos ofreciéndoles la seguridad y el reconocimiento personal de que carecen, para fortalecer su autoestima. De este modo, se observará una mejora en las relaciones sociales y en la resolución de los conflictos interpersonales habituales.
Aspectos clave a tener en cuenta serán:
- No comparar. La palabra clave es describir aquello que vemos, lo que nos gusta, lo que nos disgusta o lo que tiene que hacerse. Lo importante es mantenerse centrado en la conducta de ese hijo. Nada de lo que hace o deja de hacer su hermano tiene que ver con él.
- A menudo los niños se toman los halagos hacia un hermano como un desdén hacia ellos. Traducen automáticamente la afirmación “Qué alegre es tu hermano” en “Mamá piensa que yo no lo soy”. Si queremos reforzar su conducta, son más efectivos los elogios directos “me gusta lo alegre que eres con los demás”, que pueden darse en presencia de los hermanos, o no.
- Dejar de intentar ofrecer las cosas iguales para todos. Puede ser una locura cuando los niños exigen un trato igual y los padres se sienten obligados a facilitárselo. Descubrir a los hijos que son amados de forma exclusiva, por quienes son. Destacando la diferencia entre el repartir con justicia en cantidades medidas y el repartir de forma personalizada, esto es, atendiendo a las necesidades legítimas de cada uno. Identificando y verbalizando las cualidades positivas que le dan un carácter único y exclusivo, así como un rol dentro del núcleo familiar.
- En aquellos casos en que es imposible quererlos con la misma intensidad por las diferencias individuales existentes, debemos asegurarnos de no demostrar favoritismos. Hemos de ser lo bastante honestos con nosotros mismos para admitir la verdad. De este modo, protegeremos a nuestros hijos menos favorecidos, así como, liberaremos al hijo favorito de la presión de tener que mantener su posición, y lidiar con la hostilidad inevitable de sus hermanos.